Esta entrada recopila parte del material publicado en el blog Club de cine Mr. Pink,
medio de carácter universitario para el que trabajé con motivo de la
60ª Edición del Festival de Cine de San Sebastián. Lo que sigue son las
críticas de algunas de las películas que más me gustaron,
independientemente de la sección en la que fueran programadas.
Amour (2012)
La última película de Michael Haneke, ganadora de la Palma
de Oro en Cannes este año, ha sido para el que esto escribe la mejor película que
he visto en esta edición. Ya tengo ganas de volver a verla. Como decíamos hace
unos días, “el estilo directo, áspero y sincero del director nos deja una
película que te remueve por dentro”. Esta historia de amor sincero, se vive
como una tragedia, se respira como una celebración de la vida, y se siente como
una historia de terror. Amour es una pequeña obra de cámara
filmada entre las cuatro paredes de un piso parisino. Ahí, una pareja de ancianos
asiste impotente y desbordada al ocaso de sus vidas. La enfermedad llama a la
puerta y no pueden negarle la entrada. Desde ese momento, presenciamos en
pantalla el lento pero inexorable marchitar del cuerpo humano, y con él, el del
propio espíritu. Haneke sobrecoge, pero a diferencia de sus anteriores films,
aquí la tragedia deja cierto poso de esperanza. El amor, mostrado en su forma
más pura y bella, es la tabla de salvación del alma humana.
Como curiosidad, durante la
proyección me fijé en un detalle de montaje (que me pareció soberbio). Cada secuencia
comienza siempre con un elemento en acción dentro del plano. Ya sea alguien
dejando la bolsa de la compra en el suelo o fregando los platos, Haneke sigue
al pie de la letra la regla de oro de toda buena secuencia: llegar tarde y
marcharte pronto. Siempre in media res.
De modo que, y pese a lo que algunos ronquidos en la sala pudieran sugerir,
al film no le sobra ni un fotograma.
Bestias del sur salvaje (Beasts of the Southern Wild, 2012)
La ópera prima de Benh Zeitlin, que venía de cosechar premios y reconocimiento en
Sundance y Cannes, gustó mucho. Filmada con una libertad de movimientos asombrosa,
la película maravilló por una emotiva historia que mezcla realismo y fantasía
de forma sorprendente. Hushpuppy, una pequeña niña que
vive en la indigencia con su padre, se enfrenta a la amenaza de ver su casa
inundada. Esta fábula sureña es un relato de iniciación en el que la
protagonista debe hacer frente a sus miedos. A pesar de lo sugerente de la
propuesta, a ratos me pareció un tanto deslavazada y encontré repetitivo el uso
de la música (excelente, por otra parte), que parecía estar destinada a subir
el nivel de adrenalina en los momentos que el tedio llamaba a la puerta. Eso
sí, la actuación de la niña es espectacular. Pero la película deja un poso a
drama festivalero bienintencionado, con cierto tufo de apología del buen salvaje.
Ya se sabe, en estos tiempos de hiperdependencia tecnológica y ritmo frenético en
la gran ciudad, la vida rural, primitiva y autosuficiente, nos parece una
bucólica evocación pastoril. Y nosotros, los espectadores, lo tuiteamos a los
cuatro vientos desde nuestra cómoda butaca.
No (2012)
Se trata de la película seleccionada por
Chile para el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Y la verdad es que
nos gustó bastante. El film, dirigido por Pablo Larraín y protagonizado por
Gael García Bernal, trata sobre el rechazo de los chilenos a la dictadura de
Augusto Pinochet. En 1988, bajo presión internacional, Chile celebró un
referéndum para decidir si el dictador debía seguir al frente del país. Para
conseguir inclinar a los atemorizados votantes a favor del No la oposición
orquesta una campaña publicitaria con muy pocos recursos pero sobrados de
buenas razones.
Las expectativas que teníamos con la película no eran muy altas que
digamos, ya que en ediciones anteriores pudimos ver otra película del mismo
director, Tony Manero, que no fue
precisamente Santo de nuestra devoción. Pero lo cierto es que esta vez convence
con una narración muy bien hilada, personajes bien perfilados y un componente
claramente político que aboga por los valores universales de libertad y
democracia. Como nota negativa señalamos la discutible elección estética. No está filmada con una saturación de
colores y una falta de definición en la imagen que pretende evocar la época que
nos ocupa. Vamos, que luce igual que los vídeos de la primera Comunión que
grabó mi padre con la cámara de casa.
Après
mai (2012)
Tenía muchas ganas de ver la nueva película de Olivier Assayas, sobre
todo viniendo de dirigir la celebrada miniserie Carlos. Además, las críticas que recibió en su presentación en
Venecia no podían ser mejores (Y ganó el premio a mejor guion). Pero lo cierto
es que, a juzgar por la escasa valoración en las votaciones del público, el
film no causó gran sensación en Donostia. Algo que achaco a ser una película
que apela más al intelecto que a las emociones.
Assayas reconstruye la época
posterior al mayo francés del 68 escribiendo una crónica entre nostálgica y
desapegada. Après mai es un retrato
de juventud de los llamados bobo, forma
contracta de bourgeois-bohème. Este término
se refiere a aquel grupo social caracterizado por pertenecer a la clase alta y
al mismo tiempo profesar valores propios de la contracultura. Esto es:
simpatizo con ideas hippies, bohemias o marxistas al mismo tiempo que me puedo
pagar varios viajes al Himalaya para rencontrarme con mi yo interior, y de paso
traerme un cargamento entero de chales de cachemira para todos mis
amigos. Dos veces al año.
Pues bien, a mí, la película me
pareció una pequeña maravilla. No sólo por su ambivalente mensaje entre
crítico, mordaz y neutro, como también por su aparente aplicación a los tiempos
que vivimos. Parece decir: “¡Juventud, rebelaos! O no. Es cosa tuya... Pero hagas
lo que hagas, sé justo contigo mismo”.
El atentado (The Attack, 2012)
Como
su nombre indica, la película arranca tras un atentado que pone patas
arriba la vida del protagonista, un médico palestino que vive entre
israelíes. Filmado con brío y buen gusto, hay escenas que nos ponen un
nudo en la garganta. Se agradece que a pesar de tratar el conflicto
árabe-israelí, no pretenda sentar cátedra ni dar lecciones de nada. No
hay moralina. No se trata de una de esas películas con mensaje
tan en boga. Y menos mal. Sin embargo, salimos de la sala con la
sensación de que algo falla. Tras el suceso inicial, la película se
convierte en una mezcla entre un thriller de investigación, y un viaje
de introspección personal. El protagonista debe ajustar cuentas consigo
mismo y con su pueblo. Pero algo no termina de casar. O quizás todo se
deba al final, que no desvelaré, pero que más que como un clímax se
siente como un abandono. En cualquier caso, bastante recomendable.
César debe morir (Cesare deve morire, 2012)
Se trata de la ganadora del Oso de Oro en Berlín de este año. El film pone en escena una representación de Julio César
de William Shakespeare interpretada por los presos reales de la cárcel
de Rebibbia, en Roma. A favor, lo tiene todo, empezando por el propio
texto del genio de Stratford-upon-Avon. Por otro lado, la propuesta
parece agotarse en el enunciado. Una vez que conocemos las bases del
film, se torna un tanto rutinario y sólo si pensamos en su valor como
documento y demostración del trabajo de estos presos es cuando podemos
refrendar la valía del premio en Berlín.