George Harrison: Living in the Material World

Ayer tuvo lugar en el teatro Victoria Eugenia  la primera proyección abierta al público del documental George Harrison: Living in the Material World, de Martin Scorsese. Para mí era una de las citas ineludibles de esta edición del Zinemaldia, tanto por mi devoción por The Beatles como por lo mucho que admiro a Martin Scorsese. Tras visionar sus 208 minutos de metraje puedo afirmar que la película cumplió por completo mis expectativas y me dejó gratamente impresionado. Sin embargo, pese a no tener grandes defectos, tampoco es todo lo redonda que podría esperarse.

Ante todo, hay que admitir que la película cumple con creces su objetivo, rendir tributo a uno de los mejores guitarristas de la historia. Comparado con John Lennon y Paul McCartney, la cobertura que ha recibido George Harrison a lo largo de la historia ha sido siempre mucho menor. En apariencia siempre a la sombra de los principales compositores de la banda, George Harrison por fin cuenta con una película digna que haga justicia a su figura. Fue el más tímido y huidizo de los cuatro, y aún cuando ya había demostrado ser un guitarrista de primera línea, tardó un tiempo en demostrar sus tremendas dotes para la composición. Lo hizo, y de qué forma, en temas perfectos e inolvidables como “Within You Without You”, “Here Comes the Sun” y esa maravilla que sigue siendo “Something”. Y por supuesto, ya en solitario, con el monumental triple álbum “All things must pust”, joya atemporal del rock.

La película, divida en dos partes, es un repaso vital desde sus inicios musicales en Liverpool, a los duros comienzos de la banda en Hamburgo, pasando por el triunfo y la beatlemanía, las experiencias con las drogas, la disolución de la banda y su carrera en solitario. Y tiene como leitmotiv la infatigable búsqueda espiritual que llevó a cabo Harrison a lo largo de toda su vida. A través de innumerables entrevistas y por medio de una titánica tarea de documentación, el montador David Tedeschi y Martin Scorsese han construido un relato fluido, con imágenes poco conocidas y sin recurrir a tópicos o situaciones vistas. Pese a ello, palidece en la comparación con la brillantez de No direction home: Bob Dylan (2005), o la sentida A letter to Elia (2010), por poner ejemplos de documentales recientes en la filmografía de Martin Scorsese.

La reiteración en el misticismo de George Harrison, pese a ser parte indisoluble de su persona, termina por sobrecargar la película. Da la sensación de que durante una parte del metraje te están contando una y otra vez lo mismo. Eso, unido al excesivo peso que tiene la viuda del beatle, Olivia Harrison, en todo el proyecto, terminan por lastrar una película que en ocasiones roza lo hagiográfico.

No obstante, la película es de cita obligada para todo cinéfilo y amante de la música. Y un valioso documental que ayuda a comprender un poco mejor la personalidad y el inmenso talento de George Harrison.