lunes, 2 de enero de 2012

La invención de Hugo, Hugo Cabret

Es una verdadera pena que la película de este año más adecuada para ver en estas fechas no se haya estrenado en nuestro país. Si tienen la sana costumbre de ir al cine con la familia al menos una vez en Navidades, lamentarán esta injusticia tanto como yo. En mi opinión, La invención de Hugo (2011) tiene todos los ingredientes del cine familiar de toda la vida, con un punto extra a favor para cualquier cinéfilo, está dirigida por el maestro Martin Scorsese.


Ignoro cuáles han sido los motivos que han llevado a los distribuidores a postergar su estreno hasta febrero, pero, siguiendo la consigna de moda, la verdad es que es como para indignarse. Y luego nos quejamos de la piratería y las descargas ilegales. Pues señores, si el público no encuentra lo que quiere cuando lo quiere, no se extrañen.

La película presenta muchas peculiaridades que la hacen apetecible. Es la primera incursión del director de Malas Calles (1973) y Uno de los nuestros (1990) en el cine infantil, un dato que, como poco, pica la curiosidad por ver cómo se desenvuelve un director tan identificado con películas de mafiosos en un género tan propenso al empalagamiento. Es también la primera vez que este sexagenario director se atreve con el 3D, una técnica a priori identificada con blockbusters revienta-taquillas en la línea de Avatar (2009). Aunque tanto Wim Wenders como Werner Herzog, con sus respectivas Pina (2011) y La cueva de los sueños olvidados (2010), ya han demostrado a público y crítica que 3D y cine de calidad no son conceptos excluyentes.


Para redondear la faena, la película adapta uno de los recientes libros infantiles de más éxito en el mundo anglosajón (aunque casi desconocido por estos lares). Todo lo cual ha sido debidamente reconocido con un sinnúmero de nominaciones y premios que la sitúan en los primeros puestos de la cosecha anual de películas.

Pero digámoslo bien alto y claro, para que después nadie se extrañe, La invención de Hugo es una película irregular. Pero irregular en el mismo sentido en que lo son películas recientes como El árbol de la vida (2011), Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio (2011) o Valor de Ley (2010). Películas con un buen puñado de razones para ser perfectas, pero que también arrastran otro saco de defectos. En el caso que nos atañe, Hugo ostenta el récord de mayor contraste entre el comienzo y su desenlace. La película cuenta con una primera parte bastante floja, pero sube el nivel vertiginosamente en la segunda, regalando al espectador una hora de cine auténticamente magistral.

A partir de aquí, ligeros SPOILERS

Evidentemente, tratandose de Scorsese, el principal problema de la película no es ni de lejos un fallo de dirección o puesta en escena, sino de guión, que es este caso está un tanto deslavazado. Las secuencias de la primera mitad no se guían por la causalidad, sino que su orden parece más bien casual. Dan una impresión de perfectas set-pieces sin conexión alguna. Además, el flashback inicial en el que nos cuentan el pasado del protagonista y sus motivaciones es largo y demasiado explicativo, con lo que al poco de arrancar el film, frena de golpe la acción. Encontramos también un problema con las tramas secundarias de los personajes adultos, que están muy bien desarrolladas, pero mal estructuradas.


Otro de los mayores peros lo encontramos en algunas de las secuencias infantiles. Ya que, en ocasiones, los diálogos de los niños bordean lo repipi (en especial los del personaje de Chloe Moretz) con lo que, a pesar de los esfuerzos de Scorsese, en ciertos momentos la película termina cayendo en el principal fallo de las malas películas infantiles: tratar a los niños como si fueran tontos.

Una vez superados los excesos de melaza, encontramos muchos puntos positivos. Por ejemplo, en las actuaciones. Si bien es cierto que la actuación de Asa Butterfield en el papel protagonista de Hugo Cabret es digna de un actor con muchas más tablas de las que él tiene, lo cierto es que no consigue que nos identifiquemos con su personaje como deberíamos. No transmite la afinidad y simpatía que se le presupone al protagonista de cualquier película. Aunque creo que esto se debe más a la construcción del personaje que a carencias actorales del actor (al que también se le puede ver en la estupenda serie Merlín encarnando al inquietante Mordred). 

Para mí, una de las grandes sorpresas de la película es la actuación de Sacha Baron Cohen, quien construye un personaje adorable y lleno de matices. Su éxito se basa en una actuación profundamente gestual, pero de una contención absolutamente milimétrica. El resto de los secundarios, a quienes dan vida actores totalmente consagrados, están impecables en sus papeles (con sorpresas incluidas). Y el propio film, en su ambición de satisfacer tanto al público infantil como al adulto, propone una serie de guiños al espectador avezado, quien puede reconocer entre el gentío de la estación a personajes importantes de la época. [Un pequeño juego: ¿Qué actor aparece fugazmente como uno de los hermanos Lumière?]


Pero si hay un actor que se come la pantalla, ese es Ben Kingsley. Aparte del músculo interpretativo del británico, se nota que el propio Scorsese está más cómodo dirigiendo sus escenas, que son las más emotivas, humanas y profundas del film. Y también queda patente que le interesa más homenajear la figura de Georges Méliès, que mostrar el coraje y el valor de Hugo, a pesar de ser el protagonista.

En cuanto al 3D, no lo utiliza de modo efectista (lanzando objetos hacia el espectador), sino que emplea la técnica precisamente en aquello que la diferencia del 2D: crear sensación de profundidad. Nos introduce y envuelve en el ambiente parisino de la época de una forma nunca antes conseguida. Además, técnicamente la película es toda una lección de cine, con unos movimientos de cámara y decisiones de montaje que aprovechan todas las ventajas de la nueva técnica sin perder un tono marcadamente clásico.


En este sentido, no deja de ser llamativo cómo Martin Scorsese consigue trasladar al espectador del Siglo XXI a los inicios del cine. Nos hace sentir la misma magia, ilusión y fascinación que sintieron los primeros espectadores de este invento de barracas de feria. Y lo hace con una perfecta fusión entre cine mudo y 3D que da que pensar. Como si más que el sonido y el color, sea la ilusión de tridimensionalidad la única carencia que le faltaba al cine primitivo, y en concreto al de Méliès, empeñado en trasladarnos a mundos fantásticos e inexplorados. Un cine mágico y quijotesco empeñado en hacernos soñar despiertos.

1 comentario:

  1. Es cierto que no sabía muy bien qué esperar de esta película, con un director del que me preguntaba qué tal se desenvolvería en un género tan distinto al suyo habitual, y también es cierto que si no hubiera estado dentro de una sala de cine habiendo pagado por ello, y me hubiera encontrado con esta película en televisión/ordenador/etc... no habría durado ni 40 minutos.
    La primera parte me resultó durísima de soportar, empezando por un espectacular travelling (típico momento de 'mirad lo que podemos hacer con el 3D) con unos monigotes que parecían un cruce entre los Sims y los presonajes de Polar Express, y llegando a esforzarme por mantenerme despierto durante los diálogos entre los niños, o los interminables momentos del chaval poniendo ojitos de pena y conteniendo las lágrimas.
    Cierto es, la película parece más un homenaje a Méliès que otra cosa, haciendo que la historia del chaval y su padre parezca más bien un postizo, cuando lo que queremos es ver al viejo (y al joven) Kingsley mostrándonos los entresijos de los inicios del cine. También destacaría en las interpretaciones la de Helen McCrory, que interpreta a la mujer de Kingsley y que, sin tener demasiado peso dramático ni en la historia, humaniza al que digo que resulta el verdadero protagonista.

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